En esta entrada no voy a comentar mucho.
Ni soy arquitecta, ni experta en arquitectura, pero sí sé disfrutar de ella cuando me dejo llevar por las ciudades. Me gusta disfrutarlas, fijarme en los espacios que configuran los edificios, sentir la dimensión urbanística del trazado, ver los contrastes y los detalles.
Como gran ciudad que es, y plagada de huellas de su historia, Bucarest es digna de su visita y su revisita, y, aunque hace ya más de cinco años desde que nos conocimos, me ha bastado repasar durante un rato mi botín fotográfico para rememorar los buenos momentos pasados, junto a un estupendo compañero de viaje, con el que formé un resolutivo equipo en alguna de esas aventurillas pequeñas que trufan el viaje.
El día y la noche, lo antiguo, lo reciente, lo histórico, lo banal, y lo perecero, se dan la mano y nos envuelven, y las calles se van abriendo a nuestros pies.
(No olvides pinchar las fotos y moverte a derecha e izquierda para verlas bien).
Llegados a este punto de entusiasmo, pongo punto y aparte, digo buenas noches a la ciudad, y la maravilla de las iglesias ortodoxas quedan para otra entrada próxima.
Ahora volvemos a caminar, las mismas sendas, las mismas calles, los mismos rincones, escuchando Arquitectura, de Cala Vento.
Fotos realizadas con un iPhone Xs y ganas de patear el entorno.
Mi respeto para las personas que aparecen en cualquier entrada de este blog, donde sólo quiero recoger el pulso y la vida de la calle. Si te reconoces en alguna de ellas, puedes hacer comentarios, o pedir que la retire si es tu deseo.